

Ya estará pensando Ud. estimade lectur, dependiendo sus preferencias ideológicas, sus voloraciones éticas y su (des)formación jurídica, (a) qué bueno que maten a esa bola de enfermes psicosociales, (b) con la policia que tenemos y la corrupción de los jueces, la de inocentes que morirán achichinados, (c) primero que los atrapen, luego vemos que les hacemos, (d) por qué chingaos estoy leyendo estas babosadas, (e) a qué hora es el juego Cruz Azul - Atlante. Si es Ud. alguna persona de la idea (d) tengo poco que ofrecerle, en el caso (e) el juego es a las 9pm. Por lo demás, aquí algunas ideas que van más allá de la discusión moral y ética sobre matar o no lo más ranflo de nuestra sociedad. A sugerencia del Licenciado... y de la licenciada también, me ciño a lo que la Consitución y el Derecho Internacional dicen (de refilón le doy un llegue a las tendenias de discusión teórica sobre las reformas constitucionales).
Primero, con todo respeto para quienes han sido víctimas de un secuestro, no me pida que piense qué pasaría si me secuestran y matan a mi hija. Porque así las cosas, si legislaramos pensándonos todos como agraviados, pa'su mecha con las penas. Pura mutilación, corte, tortura, asesinato y ahora mátale tu a un hijo. Desde ahí no'stoy mirando el tema, punto.

Tercero, no ha cumplido ni su tercer aniversario la reforma al artículo 22 constitucional para prohibir la pena de muerte (publicada en el DOF el 9 de diciembre de 2005) y este desparpajado coahuilense ya anda queriendo modificarla. Peor, apenas hace un año tres meses se publicó el decreto por el que entra en vigor el Protocolo a la Convención Americana sobre Derechos Humanos relativo a la Abolición de la Pena de Muerte (20 de agosto de 2007) lo que significa en castellano puro, que no podemos aplicar la pena de muerte a ninguna persona. Como siempre hay más. Nuestro país es signatario (dice el licenciado que eso significa que debe cumplir) del Segundo Protocolo Facultativo del Pacto Internacional de Derechos Civles y Políticos Destinado a Abolir la Pena de Muerte. Péle lo ojos, no tiene ni un año que nos obligamos como país a no ejecutar a ninguna persona y a tomar medidas para la abolición (¿será que Moreira confunde abolición con aplicación?).

Al mismo son, yo encuentro que en efecto existen restricciones a las reformas constitucionales en términos de armonización de ciertos principios constitucionales. El tema de las posibilidades limitadas que tiene el poder reformador constitucional se explora ya en otros países y aquí se toma de variedad. No se trata de una cláusula pétrea, pero si de lo indecidible (pidiéndole prestado a Ferrajoli) en función de la armonía de distintos valores constitucionales protegidos. Pensar en la pena de muerte le da al traste a varios de ellos (a'mas de otras consideraciones como la protección progresiva de ciertos derechos -entre ellos la vida-, la no regresión a modelos de sanción penal menos garantistas, etcétera). Será que no se preguntan ¿qué valor tienen las reformas constitucionales? ¿Cómo debe leerse e interpretarse la Constitución de forma sistemática? ¿Tampoco les dará el mínimo de curiosidad saber cuál es la relación del derecho internacional con el derecho constitucional? ¿Alguno habrá imaginado cómo se obligan los Estados ante la comunidad internacional al firmar tratados?
Quinto, en esto Moreira no va solo. Por desgracia para nuestro país, le hace coro en su desafortunada estupidez pública (ya desobedecí la sugerencia de sujetarme a los buenos modales que me hiciera el Licenciado) un tal Horacio del Bosque Dávila, quien tiene, para mala pata de los coahuilenses, el alto encargo de dirigir la junta de gobierno del Congreso de Coahuila. A'mas, ya se sumaron un par de gobernadorus del tricolor a compartir la justificación de su bestialidad diciendo que es el clamor popular (75%) el mandato para aplicar esas penas. Estoy cierto que hay más consenso en que se larguen, se bajen los sueldos, metan a un par de ellos a la cárcel, pero ahí no hay lectura del mandato popular.
Sexto, en resumen -ampliado- la chapusa de Moreira (en un harto lejano escenario de éxito) al menos pone patas pa'rriba la congruencia constitucional, hace lucir al constituyente permanente -lo que sea que signifique- como un esquizofrénico de lo peor (por acá aprueba reformas y al minuto ya quiere lo contrario), dejaría en ridículo al Senado de la República que en una misma legislatura ratifica tratados que luego contraviene, violaría el derecho internacional, generaría para el país una responsabilidad internacional (se llama violación al prinicipio pacta sunt servanda, imbéciles), muestra la ignorancia de las y los legisladores que impulsan reformas para tener normas -los Tratados Internacionales lo son- y después piden a gritos que la Constitución señalé lo opuesto.
Séptimo, pero hay algo que resalta por sobre todo de esta historia, que hace más vigente que nunca la sabiduría popular condensada en el principio "hay que ser puercos pero no trompudos". Como dicen el licenciado... y la licenciada también, una cosa es ser una sarta de ignorantes, pero otra es tener la indecencia (ellos sí) de lucrar políticamente con el dolor y el sufrimiento ajenos. Pena de muerte política a Moreira, o como dicen por ahí, ay Moreira ¡Qué pena de muerte me das!
*En aras del registro histórico, debo decir que hace algunas semanas un colega de la oficina (Diego de la Mora) mandó un mail diciendo que algo teníamos que hacer para quejarnos de la iniciativa del Partido Verde para abrir una consulta sobre la aplicación de la pena de muerte. Al Diego le recete no sólo mi insolencia sino mi inocencia, le dije: Diego, eso está tan fuera del escenario de lo posible jurídicamente que ni vale la pena abrir el debate. Me trago mis palabras. No contaba yo con la pudredumbre jurídico-política-intelectual de Moreira, el coro de enanos que la hacen de legisladorus en Coahuila y la desnutrición crónica de criterio que padece una amplia franja de nuestra clase política. Me angustié más cuando ví cómo en el programa tercer grado, Ciro Gómez Leyva, Joaquín López Dóriga, Denisse Merker, Leopoldo Gómez y Carlos Marín (con intervenciones desafortunadas pero menos escandalosas de Victor Trujillo) se justificaba la necesidad de tener ese debate nacional. Aunque mi dosis de culpa tengo, quién ve tercer grado.
1 comentario:
Sin duda me parecen atinados tus comentarios que haces y para darle una mayor solidez jurídica, ojalá y puedas revisar los siguientes datos en:
http://fburgoa.blogspot.com/2008/09/la-pena-de-muerte-en-mxico.html
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