
En días aciagos y de crisis, no nos queda más que confirmar tal idea. Y mire Ud., atinade y profunde lectur, que bien lo dice la sabiduría popular: cada quién habla como le fue en la feria. Y sí, la semana pasada tuve un quiénvive con un banco -que ya contaré en entregas más futuras que pasadas. Ahora, que no hay manera de que a uno le vaya bien con ellos, de plano no la hay.
Va aquí un breve relato, del que cabe aclarar, que cualquier parecido con la vida real... es que no estamos tan brutes pa retratarla, pues esa es la intención.
Camina Ud. tranquilamente un día cualquiera, estrenando sus zapatos de charol, por las sinuosas banquetas de Insurgentes, esquivando vendedores de atole y tortas de tamal, jugueros, demás obstáculos y transeúntus. Mira el reloco y va en tiempo, no hay angustia matutina. De pronto, así de la nada, se le aparece una persona que con lujo de imprudencia le agarra la mano (en gesto de saludo), le estorba el paso y le dice: ¡Buenos días! ¿Cómo está? Mi nombre es Perico de los Palotes...
y lo primero que uno piensa es: ¿Onde lo conocí? Pus no lo recuerdo. Le sujete en cuestión luego le retaca un: ¿Ya conoce Ud. la tarjeta blindada de pagos automáticos, 4 velocidades, con aromatizante a guaraní, rascahuele y propiedades afrodisíacas? ¿No le interesaría tener una? Uno que es educado le dice: !Por supuesto que no! ¿Sabes lo que le hicieron los bancos a la economía de mi familia en el 95-97? ¿Quieres que hablemos de eso? ¿Tienes tiempo para escuchar lo miserables que fueron los banqueros con el Fobaproa? Y Perico de los Palotes, que no sabe qué es el Fobaproa, nos devuelve el paso.
O, esta otra imagen. Está Ud. en su casa un domingo. Pero no uno cualquiera, es precisamente ese domingo después de que se le ocurrió mezclar vodka con destilado de pitaya, aguardiente, no fuma y fumó puros la concordia (y en cantidades maniáticas) y, pa' bajarse los efectos, fue a comerse unos tacos al Borrego Viudo a las 6 de la mañana. Cualquier ruido es un escándalo y su cabeza es un globo al que le falta el último soplido para que reviente. De pronto suena el teléfono y se da el siguiente diálogo:
-Buenos días, el Sr. Licenciado...
-A sus órdenes, y la Licenciada también... contesta une con lo que le queda de cerebro.
-Buenos días, mi nombre es Perico de los Palotes y le estoy hablando del Banco Atormentil del Bajón para ofrecerle la tarjeta de crédito Xpuria, sin límite de gastos y con sólo una comisión prorrateada entre la vida suya y la de sus hijos. Además, esta tarjeta tiene una tasa preferencial de dos veces la del banco más inépto de la competencia, multiplacada por tres y quitándole el número que pensó. Esta tarjeta le ha sido preautorizada, debido a su excelente historial de crédito.
Y aquí une con lo que puede de fuerzas le ataja.

Qué tienen los bancos que los hacen tan, tan... tan ellos. Primero, son unas bestias mercantiles que juegan con la asimetría de información (por una parte) y con la asimetría de poder (por otra). Una vez se me ocurrió ponerme a leer todo el contrato de apertura de una chequera. Debo confesarle que el móvil de esa acción no era tener los elementos de juicio para expresar mi voluntad sin vicios del consentimiento, sino propiamente, ponerle de punta los pelos a la señorita que me atendía.
Pero, vamos, firmar cualquier cosa con un banco no es un acto jurídico que confirme la voluntad libre de las partes que lo suscriben. Es un pinche acto de fe o, más propiamente dicho, un trato cruel, inhumano y degradante. Para empezar, la letra es un despropósito, chiquita, chiquita, chiquita. Después, la extensión, largo, largo, largo. Luego los terminajos, raros, raros, raros. Luego la señorita o el fulanazo que le ponen a uno enfrente, amargade, amargade, amargade. Digo, pus así cómo.
Pero lo grave es que en este país tenemos una banca profesionalmente ineficiente, abusiva y, para colmo, mantenida. Los bancos nos cuestan millones a les contribuyentus. Se nos dijo que la competencia era buena para la vida financiera del país, resultado: ¡naranjas! Los bancos son un vivo ejemplo de las insuficiencias (o peor, de la perversidad y de las desgracias) de dejarle cosas importantes al mercado (y el tarado de Greenspan con su idea de la autorregulación y nosotres de menses imitándole). Yo no sé si los necesitamos realmente, pero el Estado es complice de esta construcción de condiciones estructurales que los hacen cada vez más indispensables hasta en los actos más sencillos de nuestras vidas. ¿Cuál es tu banco? No pus no tengo, yo le vengo manejando lo que viene siendo puro efectivo. ¿Tú cuál usas?... ¿Tú cuál usas?... ¿Tú-cú-al-u-sas?... ven, ya ni nos contestan, no existimos.
Los bancos también son un punto de quiebre de la noción simple de legalidad. Hacen lo que quieren amparados en la Ley y cuando la violan, su poder es tal, que no hay manera de enfrentarlos en condiciones razonables. El Estado les tiene miedo, y los mira de reojo. Los deja operar en una suerte de paralegalidad, en la que sus usos y costumbres son más poderosos que lo que diga la Ley. Une puede llegar con el Código Mercantil, la Ley de Instituciones de Crédito o la Ley General de Títulos y Operaciones de Crédito en la mano y decirles: mire aquí dice que mi cheque será siempre padadero a la vista, bla, bla, bla... y nos van a decir: nel, no se puede. ¿Por qué? Pues por una circular que firmó un burocráta en donde dice lo contrario. Así las cosas... circular mata ley. Al contentillo de las decisiones de sus altos mandos nos tienen. A la Asociación de Banqueros de México le fascina el discurso de la seguridad jurídica... pero de este otro lado de la ventanilla vemos cómo la pisotean.

Y estas otras ¿por qué los errores que cometen los bancos se ejecutan en 15 minutos pero resolverlos les cuesta 45 días hábiles? ¿por qué los trámites que uno quiere hacer en sucursal son por teléfono y para los que une necesita hacerlos por teléfono hay que ir a una sucursal? ¿por qué para ofrecer servicios todes dicen -soy fulane de tal, del banco tal -casi como si fueran representantus legales con poderes amplísimos- y cuando uno requiere que le resuelvan algo nadie tiene esa función? ¿por qué las y los cajeros se ponen a hablar entre sí sentados con el letrero de ventanilla cerrada? ¿no se dan cuenta que son candidates a linchamiento? ¿por qué siempre hay menos ventanillas abiertas de las que se necesitan? ¿por qué los cajeros automáticos siempre andan tratando de meternos un gol con algo? ¿Poooooooooor qué?
Pero si Ud. queride lectur, tiene algo más que contarnos adelante, por favor...