lunes, 9 de junio de 2008

Denme un portero y conquistaré el mundo


No sabía cómo titular este post. Pensé en el lugar común de: jugamos como nunca pero perdimos como siempre. O la misma idea pero con un toque personal, algo así como: la constancia nos define; perdimos otra vez. Pero al final me decidí por el que considero recupera nuestro ánimo: denme un portero y conquistaré el mundo. Ah, claro, hubo futbol. Aquí la crónica.

9:30 pm. Por estas fechas las noches se ponen el traje de lluvias. Sin duda eso le da un toque londinense al escenario, pero espanta a los jugadores. Nos contamos, somos... 4 (el equipo es de 6). Una voz lo dice todo, nos va a ir como a los espartanos. Ni hablar, entramos a la cancha de buena gana y mentalizados a recibir goles por racimo. Es lo que hay. Carlos, con eso de que trabaja en la oficina de la Alta Comisionada, tiene el encargo diplomático de convencer a un individuo para que se sume a la masacre. El tipo acepta. Sabemos que Diego viene en camino y que no debe tardar. Tomamos posiciones y se escuchan los primeros gritos de: venga República (a fuerza de repeticiones ya hasta me empieza a sonar normal el nombre, al rato hasta me va a gustar).

9:35 pm. El partido empieza, para no variar, el equipo contrario está uniformadito. Carajo, eso siempre impone. Además, traen 4 cambios. Nosotros ni completos estamos. Primeros chuts. La mueven para aquí, luego para allá. La cancha es un auténtico potrero. Charcos por doquier. Alex improvisa esta noche como portero y desde ahí nos ordena. Nos da instrucciones. Pero algo anda mal, han pasado casi tres minutos y la cosa está pareja. Se aparece Diego y entra a la cancha. Estamos completos. Insisto, esto tiene un tufo raro. El equipo contrario pierde el balón en media cancha y la irregularidad se rubrica porque conectamos dos pases entre nosotros. Jugada al frente y un tiro nuestro al arco contrario. ¿Qué está pasando? De pronto me doy cuenta y no puedo negar la emoción: el equipo de enfrente -con todo y su uniforme- es igual de malo que nosotros.

Y ahí ando corriendo con cara de idiota de la alegría (cómo negar que el detalle del equipo maleta me cayó de variedad) cuando de pronto Juan Carlos, crecido ante las insuficiencias de nuestros rivales -sólo comparables con las propias- intenta un taquito que se convierte en pase para gol, pero de los contrarios. Se descuelga uno de los individuos rivales, corriendo como puede, chueco y a velocidad paquidérmica, avanza algunos metros y suelta un tiro digno de risa. Nomas que nos la tragamos por que nuestro arquero debutante: Alex, también tiene lo suyo y con una maniobra extrañísima la deja pasar entre las manos y se va hasta las redes. Charros, 1-0. Nosotros a lo nuestro, gritos de ánimo, venga, a jugar, paraditos y demás (lo de siempre).

Pero les digo que este día retamos a la noción de normalidad. Cuando nos damos cuenta ya estamos otra vez tocando el balón entre nosotros, paredes, pases filtrados, bueno, bueno, quién nos viera. En una de esas, pase a profundidad, Joel “el advenedizo” (o sea, el que aceptó jugar) la rebota con uno de los defensas contrarios, el balón le queda en los pies, alza la vista, la puntea, Juan Carlos va corriendo, chistocito así como corre él, por la banda, el ángulo se cierra, burla a un contrario, suelta un tiro hacia la portería y... goooooooooooooooooooool, gooooooool, gool, gol, de REPÚBLICA. 1-1. La noche se ilumina y la lluvia ni se siente.

El partido se reanuda y estamos intratables. Diego domina la media cancha. Conecta de apoyo con Carlos, me acerco y se la pido -te apoyo, te apoyo Carlitos- y ahí está, luego abrimos juego. Qué cosa, hemos conectado 20 o 25 pases entre nosotros, qué se yo. Es una noche histórica y en esas anda uno pensando cuando de pronto, tómala, 2-1 en contra (con ayudita, otra vez, de Alex). Pero qué importa si hoy sí se puede (además ya dimos varios pases –que en nuestro caso deberían valer por goles-) y por andar pensando así de mediocre de pronto otro, me lleva el diablo 3-1. Porque una cosa es que uno esté emocionado por los pases pero otra muy distinta que le de gusto ir perdiendo contra los únicos igual de malos que nosotros.

Esas son las condiciones del partido, vamos perdiendo 3-1 pero suena remontable y más cuando en una jugada extraña sale un tiro al arco, un rebote en uno de sus defensas y la pelota entra a la portería. Da igual, todos los goles cuentan igual. Estamos 3-2 y con la ilusión a la alza. Y ahora sí: venga República!! Estamos en el tercer cuarto y se me olvidó mencionar que a estas alturas ya soy yo el responsable de cuidar la portería. Dios santo. Me prometo a mi mismo no demostrar que me da miedo el balón y estoy de mucho guante y pose.

Jugada del equipo contrario al más puro estilo ahí va la bola lejos de aquí, su delantero la ve venir, tiene espacio y sólo hay un defensa nuestro, a mi me ataca el nervio. Carlitos va a la marca, yo juego mi área. El delantero contrario, que tiene la figura atlética de Benito Bodoque, la puntea chorreadita-chorreadita, mis reflejos tan pa’l arrastre, me tardo una eternidad en agacharme, el balón me pasa al lado, giro y con un movimiento de felino herido de muerte desplazo mi cuerpo tras la pelota que rueda lento hacia la portería. La sigo con la mirada y lo único que se me ocurre es aventarme tras de ella, doy dos pasos y me dejo caer de panza estilo balneario. Se me desacomoda el mondongo del guamazo y el guante roza el balón pero es insuficiente para siquiera desviarlo. 4-2.

Cuánta culpa hay en mí. El partido en su punto y uno sale con estas sandeces. Pasamos al último cuarto. Todavía hay ánimo. A tocar, a tocar República. Jugadita por la banda. El balón lo tiene Alex que en la noche se ha dado el lujo de pisar y pasar de inglesita el balón más de una vez, ha corrido diagonales de peligro a placer. Hoy la fantasía está con nosotros, así que saca un zapatazo al arco contrario, es un globo con giribilla, el balón va cayendo, busca el ángulo y lo encuentra: gooooooooooool, goooooooool, goooool, gol, de República. 4-3. Pero con ese tiro se acabó la magia, o al menos los cambios al marcador. Después de habernos comido 3 de sus 4 goles sólo podemos decir: dennos un portero y conquistaremos el mundo. ¡Venga Republica!

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