miércoles, 10 de junio de 2009

Se acabó el debate. Tenemos nuestra acta de proletario.

-->Antes de que empiece Ud., trabajadoru y conecientizade lectur, a preguntarse de qué va lo que está empezando a leer, lo primero que debe saber es que el pedigree proletario, la alcurnia popular y el linaje obrero de quien esto suscribe ha sido víctima de ataques por parte de detractorus ocioses y personas sin escrúpulos. Las oligarquías en voz de sus juguetes, esa ranfla de jovencilles bien educades y de altos vuelos culturales con les que el Licenciado… y la Licenciada también, tienen que convivir, emprenden como por deporte injuriosas campañas de descredito desafiando nuestra extracción urbano popular.

Pero l’otro día se hizo justicia y por eso decimos, se acabó el debate: tenemos nuestra acta de proletario. 


La historia va más o menos así. Resulta que la semana pasada, en una misión ultrasecreta, salimos de la Ciudad de México rumbo a... digamos... ummmm... Budapest. Los azares del destino nos remitieron por la vía que más conexiones tenía. Sépase que el avión no hizo escala en Chicola, Atlacomulco o en Cajeme porque de veras. Pero sí nos fuimos por la vía de Toronto. 

Esos viajes siempre empiezan a horas a las que los perros no hacen sombra. Pero al llegar al aeropuerto ahí estaba un grupo realmente numeroso de lo que con sagacidad fulminante identificamos como jornaleros agrícolas con permiso temporal para ir a trabajar al Canadá. Anote Ud. que ya se ha dicho hasta el cansancio que estos campos son los centros de esclavitud de nuestro tiempo y que expresamos nuestro enérgico rechazo a las relaciones asimétricas que las sociedades capitalistas generan. Lo despiadado del sistema mundo, el capitalismo financiero y el liberalismo mercantilista se expresa en la contradicción de figuras ridículas como el flujo libre de tomates y televisiones, pero con un odio por el desplazamiento libre de las personas. Esta mamarrachada global se corona con la invención estúpida de categorías como la de personas ilegales.

Total que ahí vamos, los camaradas trabajadores del campo en proceso de construcción de su conciencia de clase –todos varones- y el que esta testimonial en primera persona del singular desahoga. Nos recetamos durante 5 horas el encierro en el pájaro de acero entre risas, bromas al capataz y practicas de inglés (ay guan oranch yuz). 

Para mi suerte tuve la fortuna de tener de compañero de asiento a Remigio. Él es del Estado de México y es la primera vez que va a trabajar a los campos agrícolas de Toronto. Naaa –le dice Juan. Ya te chingates, porque no trais boleto de regreso (ja ja ja, risotadas). Jijo de su pinche madre, el pepinillo sí es una chinga –se escucha en otra zona. Nombre y ahora de menos que no hace frío, porque allá las calles parecen paletas heladas. Y une lo escucha todo y piensa en cómo es posible que teniendo una tradición agrícola tan rica, estemos exportando a nuestros obreros de la labranza. La escena podría ser tan triste como une la quiera ver, pero lo cierto es que estos se traen tanto vacile que hacen que la cosa sea hasta sabrosa.

Llegamos, pues, a Toronto y ahí vamos caminando por las bandas del aeropuerto y medio pendejeando con la exótica decoración que lo distingue. De pronto un letrero frente a nosotros "conexiones" y debajo de él una flecha que señala rumbo. Raudo y veloz –y considerando que nuestro destino final era... mmmhh... era... ah sí, era Budapest- pus me dirigí hacia la zona de conexión. Mientras, a lo lejos, se oye un: íra al compa, se fue pa’ donde no era. Compa, compa – sale de la garganta de Remigio- mientras corre hacia mí y manotea en un movimiento como si llevara aire a la intersección del sobaco y el pecho. Me detengo y me alcanza. Se acomoda la gorra y me dice - ¿pus’onde vas compa? Nuestras miradas se cruzan. Dijo el capataz que no nos separáramos –me completa. Aaah… gracias –le digo. Es que yo’mvoy a trabajar a otra parte. Le alzo la manita en señal de despedida. Remigio me ve dubitativo y frunce el seño. Probablemente piensa que soy un desertor y que en realidad pediré asilo político. Yo simplemente camino, y así, con mi acta de jornalero honoris causa, me planto frente a la señorita de la aduana para seguir mi viaje ultrasecreto. 



Está dicho todo. Y con esto el Licenciado... y la Licenciada también, quieren decir que nunca más se tolerará una duda sobre nuestras lastimadas manos, nuestros cansados brazos y nuestros molidos lomos trabajadores. Los expertos, diría Bourdieu, nos reconocen como miembros del proletariado. Se acabó el debate.

4 comentarios:

Astrid dijo...

Ea pues! antes un saludo al Licenciado... y a la licenciada también hasta las lejanas tierras que los acogen en estos momentos. Lo requete más pior es que luego, como el caso de un amigo que además llevó a su hermano de 20 y él de 26, los jijos dueños de los campos "olvidan" la paga o les dicen "ahi luego" (ya no digamos los amores de verano que dejaron en Toronto).

Anónimo dijo...

jajajajajajajaja.

Que burgués que dejaste al Remigio desamparado.

La apariencia no es sincera, diría Bunbury.

Caballito

Anónimo dijo...

Genial mi querido negrito, despues de la migracion masiva de aborigenes mixtequilleños, todo se puede esperar.

Atte.
Nuño Beltran de Guzman

Sigo esperando.....diria el Buki

Anónimo dijo...

Comandante,

Necesito mi "fix".

Ya se que trae muchas responsabilidades, pero el comité revolucionario es primero.

Caballito