martes, 9 de octubre de 2007

De la otra pobreza o como la reforma electoral enfrentó a los medios contra los senadores

Miguel Pulido Jiménez
Octubre 2007

A propósito de…

Pobreza y la danza de referencias sobre la que existe en México, por ejemplo: las cifras “optimistas” del Comité Técnico para la Medición de la Pobreza en México que habló en su momento de la reducción de 24.2 por ciento de la población en extrema pobreza en 2000 a 17.3 por ciento en 2004; las del Banco Mundial que en 2005 sostuvo que la población rural en pobreza se redujo del 42 al 27.9%; o las del PNUD que en 2006 nos ubicaron en el lugar 53 a nivel mundial en términos de desarrollo humano, quiero hacer mención de una pobreza de la que no suele hablarse en México, la que llamo: la otra pobreza.

Que, siendo realistas, la deberíamos llamar: la otra miseria, la de pensamiento, la de criterio y la de comportamiento. De ella suelen dar muestras distintos sectores y agentes de la vida pública (y en no pocas ocasiones, también en la vida privada). Mucho suele achacársele a la clase política por su falta de estatura de miras, los altos índices de corrupción o el “burocratismo”; a la sociedad civil organizada (sector de las mal llamadas ONG’s) por nuestra poca profesionalización, una incapacidad de construir un discurso propósitivo o en su caso de denuncia sólida y bien articulada, la ausencia de liderazgos sólidos, así como un déficit de prácticas democráticas a nuestro interior (en este sector me ubico y de él compro las culpas). Qué decir de los sindicatos, de sectores no menores de las iglesias y un largo etcétera.

Pues bien, esta semana pasará a la historia como aquella en la que un considerable grupo de quienes es imposible estén más alejados de la pobreza económica (la que miden los órganos de gobierno, las financieras internacionales y los organismos multilaterales) hayan mostrado el más alto nivel de la otra miseria, de pensamiento, de criterio y de comportamiento. Me refiero al lacerante espectáculo mediático por parte de la Cámara de la Industria de la Radio y la Televisión en México al emplazar a las comisiones unidas del Senado de la República a un debate ridículo, oprobioso y lo que es peor, con argumentos insustanciales sobre el significado de la reducción del gasto de partidos políticos en medios electrónicos de comunicación.

Estaban ahí, en plena pasarela, como modelos con todo y la más escandalosa anorexia intelectual: Ferríz de Con, Alatorre, Chapoy, López Dóriga, entre otros, clamando por que no se haga daño a la democracia, por la libertad de expresión y acusando a los políticos de ser un grupúsculo que tiene secuestrado al país (quizá en el único señalamiento que tuvieron algo de razón). Resulta que hoy están alarmados, pero no lo estuvieron cuando se aprobó una serie de reformas a las leyes federales de radio y televisión, y de telecomunicaciones, de paso sea dicho, que no pudieron haber tenido mayores tintes de antidemocráticas y contrarias a las libertades de expresión y comunicación.

Pero estos cerebros no piensan solos, piensan a sueldo. Algunos de los dueños de sus criterios también estaban ahí; Azcárraga (con sus frases célebres como “van a acabar con el raiting”), Aguirre e Ibarra (los Panchos sin guitarra) y Tristán Canales (y los muchos minutos). Estos nuevos paladines de las candidaturas independientes (más de 12 años tiene el proceso de reformas a nuestra democracia electoral y jamás les molestó su ausencia), estos que hoy defienden con furia la libertad del pueblo a expresarse (sin aclarar que el pueblo se expresa en marchas, plantones y mítines, jamás en horario triple A en cadena nacional), estos a los que hoy les urge decir la verdad (y muchos de ellos callaron cuando el Sr. Presidente tronó los dedos), estos que pusieron de rodillas al Congreso para obtener canonjías en las pasadas elecciones a costa del dinero de millones de mexicanos (y que tienen el descaro de hablar de grupúsculos), éstos tuvieron la miseria de ir y mostrar el músculo de sus casas productoras, la fuerza de su presencia mediática y la ruina en términos de pluralidad informativa en la que nos tienen. La CIRT fue unida, como nunca, dijeron. Claro, siendo unos cuantos con idénticos intereses y con tan poca preocupación por el bienestar del país, no es difícil.

También es cierto que como gremio proyectan unidad de criterio al confundir lo público con lo privado. Piensan que es privado el espectro radioeléctrico, bien que la Constitución señala como público (y que la sentencia de la acción de inconstitucionalidad de junio pasado les tuvo que recordar), también que es privado el servicio que ofrecen, cuando ese carácter emana de su naturaleza y no de criterios de propiedad de la empresa que los provee. Completa la lista de confusión pretender que es de interés público que fluya dinero del erario a sus arcas (privadas) y pensar que debido a que millones de personas en México los ven y escuchan, tienen algún tipo de representación popular.

Y pensar que de la verdadera transformación del país, ésta apenas sería una insípida probadita. Ferrajoli, un teórico y filósofo del derecho constitucional de origen italiano propone como parte de su teoría que el Estado Constitucional de Derecho contempla la sujeción de los poderes fácticos al poder público. En este tenor, faltaría la incorporación de criterios claros en la asignación de la publicidad oficial (y también su reducción hasta costos razonables y con fines de estricto servicio y no de promoción de servidores públicos), un órgano regulador con capacidad seria contra los monopolios, duopolios y oligopolios y garantizar la libertad de expresión y la subsistencia de medios comunitarios, por citar algunos ejemplos. De ahí, y dejando de “cargarle la mano” a la industria de la comunicación, vendrían otros sectores. Pero no hay tanta clase política. No habrá tales cambios, pues dentro de pronto la clase política también nos mostrará su otra pobreza o lo que es peor, su otra miseria.

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